miércoles, 30 de julio de 2008

Sordez sordidera

Lo que empieza como una amistosa plática se torna en una sesión malhabida de terapia en la que los traumas del pasado remoto se arremolinan y salen con cada expiración. La cercanía y lo familiar son aspectos que pasan desapercibidos; tanto que no se percibe la rabia que se acumula, la apatía y el deseo de no escuchar más. Pero la amabilidad es más poderosa porque ¿quién no quisiera ser siempre escuchado y asentido?

Ella habla sin parar. Se remonta a episodios perdidos, de tiempos infames y personas igual de infames. Hay violencia por doquier, hay desprecio, abuso e injusticia. ¿Hoy no?

¿Y yo? ¿Mis malos recuerdos cuándo salen? ¿He de esperar a que muera para decirle y escupirle sobre todo lo que hizo mal?

Es facilísimo deshojar los libros viejos frente a alguien que en su vida los ha leído y que, sin embargo, tiene muchas páginas escritas y guardadas que le habría encantado añadir a la hoguera del reclamo, del vómito por los malos momentos, del repudio por las líneas que con rojo se escribieron.

El panorama es desalentador. Hay escarabajos en mi interior que se reproducen y sienten rabia; hambre de rencor lanzado al plato y esculpido con saliva.

Cuando sepa. Cuando hablemos. Cuando escuche. Cuando esté acorralada.

Será terrible. Seré terrible.

1 comentario:

Max dijo...

Que bueno que no soy ella, a mi si me estimas verdad y no me escupiras porque voy a ver a Madonna jejeje