miércoles, 16 de julio de 2008

Buen samaritano en el suelo

Nuevamente me preguntaron: "¿Podrías donar sangre?" Esta vez fue para la operación de la suegra de un tío. Y dije "Sí, claro". Ya saben, yo todo buena disposición... el prójimo, el prójimo.

El fin de semana me puse una briaga tamaño vikingo y por ahí me dijeron: "Si tomaste alcohol y al día siguiente ácido acetilsalicílico y carbonato con sales de fruta, no vas a poder donar...". ¡Cómo de que no! No hubo objeción alguna luego de que me tomaran la desesperante muestra de sangre.

"¡Fulanito de taaaaal! (léase yo) Pase por aquí."

A un lado un pobre diablo conectado a una bolsa de sangre que a cuentagotas lo rellena. Al otro lado una compatriota bien fuertota abriendo y cerrando estóicamente su puño para bombear hemoglobina a través del infame tubito. Al centro yo, que ya me la sé... y es que he donado ¿cuántas? 3 veces y eso: ya me la sé. Aja.

Salgo. Lleno mi hojita de datos. Recibo los papeles de la donación. Veo a mi tío esperando. Ignoro el vale de un desayuno para donador. Salimos a la calle. Llegamos a la esquina. Siento el mareo, el frío, todo se hace blanco. Sueño. Siento aberrante presión en el vientre. Me espanto y despierto. Miro siluetas de cabezas que a contraluz se arremolinan alrededor mio. Pregunto ¿quiénes son? Adivino: me desmayé. Qué idiota soy.

Por algo tanta indicación y contraindicación. Por algo se considera delicado que te saquen 450 ml. de sangre del cuerpo, no obstante lo grande que uno sea. Y pues... resulta que no me la sé.

1 comentario:

Max dijo...

Te entiendo perfectamente eso me passo hace algunos años cuando me hicieron exámenes completos. que horrible experiencia!! Se puede comparar cuando me desmaye en el metro jaja